Lágrimas brotaban de sus ojos, mientras yo, en un intento de consuelo, acariciaba su cabello. La escuchaba hablar, escuchaba cada uno de sus lamentos e inquietudes, limitándome a sonreír o bromear en algunas ocasiones, sin saber qué decir, sólo me dignaba a consolarla con mi presencia y un abrazo, no fue suficiente.